miércoles, 28 de octubre de 2009

Dios por Dios son cuatro

Aquella palabra tuya que cautivo

en cánticos celestes mis penas

volvió el aura de mi dicha sucia.

Tú, virgen de asfalto empañas

mi rostro de dolor obtuso y bravo,

reducido a hormigón,

metal, luz, cristal,

lenguas frías y tristes, que me tragan y engañan.

Los querubines de neón

disfrazados de diablillos en lentejuela raída,

plástico, pintura,

me agarran y atraen hacia sus cubículos oscuros.

Y yo callo, empalado en ladrillo pintado.

Miembros atenazados y muertos,

Corazón palpitante y frío.

¿Quién me clavará el definitivo puñal en el costado?

¿Me volverá el dolor y sentiré la verdad

punzante, oscura, dolorosa; pero cierta?

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