Quedan quebrantadas ilusiones infantiles
y se me asfixian lentamente las actitudes inocentes,
mientras tanto la espontaneidad innata se pierde
y voy accediendo a una realidad esperpéntica.
Dicha realidad no me gusta, es más, la rechazo
porque ni obtiene de mí, la naturalidad deseable,
ni me permite desarrollar mi libertad individual,
sin saborear antes el temor de la soledad social.
Entonces, ¿qué sería lo mejor que pudiera pasar?
si continúo en mi obstinado camino del rechazo,
acabaré frustrado por las piedras que traten
de hacerme tropezar para impedir mi avance.
Qué fácil es ser niño y qué difícil es ser adulto,
ansío regresar al tiempo en el que la imaginación
corretea a su libre albedrío y los problemas,
no son más que un apéndice de la candidez.