jueves, 19 de noviembre de 2009

Un mito moderno

latido.
(
Del part. de latir).
1. m. Cada uno de los golpes producidos por el movimiento alternativo de dilatación y contracción del corazón contra la pared del pecho, o de las arterias contra los tejidos que las cubren. Puede ser percibido por la vista, el tacto y, muy especialmente, por el oído mediante la auscultación o sirviéndose de instrumentos y aparatos adecuados.
2. m. Sensación dolorosa en ciertas partes muy sensibles, a causa de infección e inflamación subsiguiente, a consecuencia de este movimiento de las arterias que las riegan.

Uno de los modos de expresión del corazón, puede ser considerado el latido. Los latidos, imprevisibles mensajeros, ruidosa afición, banda sonora de los momentos más delicados, delatores espontáneos, traicioneros profetas. Te anuncian cosas de las que nunca te podrías haber percatado; se presentan con el mínimo recuerdo del roce de unos labios, de la cercanía de un aliento, del olor de una piel, del tacto de un recuerdo. Los latidos del corazón se presentan allá donde no los esperas, ensordecen tus oídos, te gritan en el pecho y pisotean tu conciencia. ¿Por qué me late el corazón? ¿Cómo lo silencio? ¿Por qué a veces sólo lo oigo a él, moribundo que agoniza, incansable, protestando, quejumbroso? No hay silencio posible. Nadie es capaz de acallarlo, de amortiguarlo, ni siquiera bajo una avalancha de cemento. No puedes detenerlo, no puedes encadenarlo, no puedes siquiera matarlo...
El ser humano ha nacido con la capacidad de la aceptación. Desde pequeño, ha ido asumiendo reglas, ha ido tragando mandatos, ha ido amoldándose al deber, ha ido creyéndose falsos mitos: "No puedes ignorar los sentimientos" "No puedes elegir de quién te enamoras" "No puedes nadar a contracorriente"...
Pero siempre puedo desmentirlos todos. Los falsos mitos se llaman así por ser falacias, por su naturaleza inventada. Puedo congelar los sentimientos. Puedo ralentizar el latido de un corazón. Congelándolo, puedo hacer que lata despacio, que aunque envíe sus latidos en una dirección estos lleguen con más lentitud, que se distorsionen, que cuando la persona que lo hace estallar desaparezca de tu vida, pueda descongelarlo, y éste se desangre por alguien que no está.
Podría definirse como un castigo, por no haber sabido llevarlo por el camino correcto. Nosotros elegimos de quién nos enamoramos; nos podemos alejar de la persona en cuestión cuando tenemos un atisbo de que nos podemos enamorar, pero somos tan egoístas, que queremos sentir el amor, y cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde.
Hemos nacido egoístas, inocentes, enamoradizos, desnudos, y desprotegidos. Cuando es demasiado tarde, es entonces cuando nos damos cuenta. Para colmo, estamos presumiendo de ser tontos, retrasados para ser exactos.
Hemos nacido con la sangre caliente, y ahora toca congelarnos el corazón....

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