lunes, 2 de noviembre de 2009

Un relatito breve...

Ahora sus restos descansan debajo de mi cama. El daño ya está hecho, y qué bien me sienta hacer daño. Ya no puedo evitar dejar de reírme, aquí, tirado en el sofá y viendo un programa de televisión a todo volumen (¡jódete, mamá!) que no me interesa lo más mínimo.
Todo por él. Porque él es el preferido, él es el chiquitín de la casa, él no barre ni recoge la mesa porque es muy pequeño, él nunca ha roto un plato... ¡Pues ya era hora de que escarmentara! Porque yo soy muy paciente, pero todo tiene sus límites. ¡Cuatro años soportándole! Ya ni me acuerdo de cómo era dormir solo, tener una habitación para mí, no compartir ningún juguete... Desde que nació fue una desgracia en mi vida. Y mis padres nos quieren a los dos por igual, sí, pero a él bien que le peinan cuidadosamente por las mañanas o le enseñan a atarse los cordones con ese repugnante “amor de padres” que yo siempre echaré de menos.
No me arrepiento de lo que he hecho. Que no intenten comprenderlo ni busquen respuestas, porque no me arrepiento. Es algo que llevaba planeando desde hacía unas semanas y estoy orgulloso de mi logro. Además, en esta casa están siempre tan ocupados que no se preocuparán mucho por encontrarlo y, claro, eso me favorece muchísimo.
No lo habría hecho si él nunca hubiera existido. Cómo odiaba cuando, con uno o dos años, me lamía todo lo que encontrara por mi cuarto, o esa manía que tenía de cogerme de la mano y apretármela... “Si lo hace sin querer, ¡es muy pequeño!”, me decían siempre mis padres cuando yo les enseñaba la marca ligeramente enrojecida que me había dejado el criminal de mi hermano. Él siempre tan bueno, tan callado, tan inocente...

- ¡Chache...! ¿Dónde está Piposo?

Mis ojos parpadean un momento desviando la atención de la televisión. Vaya mierda de programa, pero qué bien sienta tenerlo a todo volumen.

- ¿Qué quieres?- le pregunto gritando a mi hermano.
- ¡Pi-po-so!

Le miro fijamente y nos quedamos así, estudiándonos el uno al otro, durante un buen rato. Si es un simple peluche... Hay que ver qué rápido lo echa de menos. Poco a poco, me va entrando la risa, le saco la lengua y, mientras pienso en los restos de Piposo que hay debajo de mi cama, vuelvo a fijar mi atención en la televisión. Mi hermano empieza a hacer pucheros (es odioso cuando se hace el víctima) y sale corriendo hacia la cocina.

- ¡Mami, mami! ¡El chache tiene a Piposo...!

2 comentarios:

/V.E. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
/V.E. dijo...

Ayyysss, como ya te dije me da mucha penita Piposo...
¡Él no tiene la culpa!