martes, 1 de diciembre de 2009

De libros, monedas y caminos.

Hoy he terminado de leer "La Mujer del Teniente Francés" que no sé muy bien que tienen los modernistas ingleses, pero algo, un algo muy grande, profundo y conmovedor tienen.
Ya no es por el hecho de que haya terminado esta novela en dos días, que no recuerde ningún otro libro que me haya atrapado tanto o porque tenga un personaje principal que solo puedo equiparar con Lolita, Catalina de "Cumbres Borrascosas" o quizás con Adela, de La Casa de Bernarda Alba.
Supongo que el libro sería una suma de novela victoriana más modernismo más artículos de revistas, documentos de época, un escritor que se deja ver de vez en cuando y un manual sobre cómo escribir una novela.
Y lo más curioso es que, a veces, esa voz lectora se sale de su función de narrador, nos habla, nos pide opinión y nos da explicaciones.
Sin embargo tenemos (somos) una protagonista a la que es imposible entender por completo, como si fuese una mezcla de protagonistas independientes, una mujer distinta en cada escena donde aparece, un ser inexplicable, impulsivo, egoísta, sensible, enamoradizo... una antítesis personificada, cuyo destino y final (-es, ya que creo que es la única novela que he leido que nos presenta dos desenlaces, a escoger según el lector) se deciden de la manera más simple posible. Tirando una moneda al aire.

Quitando la grandeza que he evocado antes, leer esta obra me ha hecho pensar que la vida es como ella, como este libro.
Luchamos por ser diferentes y ser nosotros mismos, nos oponemos a los demás sin dejar de formar parte de lo considerado "normal", muchas, muchísimas veces no sabemos por qué, o cómo actúamos, que decimos, que consecuencias tiene, simplemente porque no podemos preveer con exactitud donde nos pueden llevar nuestros actos, si serán cuestionados, si lo que en ese justo momento se nos pasa por la cabeza, porque lo sentimos, porque es lo que nos sale, nos jugará una mala pasada. Somos volubles, cambiantes, los mismos pero siempre distintos, nunca iguales, cambio, cambio, cambio, día tras dia. Imposible de entendernos.
Y a veces nos encantaría poder tirar (o que alguien tire) esa moneda al aire.
O no tener que elegir y disfrutar de los dos finales. No lamentar, no pensar, no renunciar. Y saber que si en uno se esconde el pesar en el otro encontraremos la felicidad asegurada.

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